Simona Martínez Rivero: «Las verdaderas negociaciones y las cosas interesantes se arreglan en otras mesas»

Martínez Rivero busca que su trabajo «detone deseos, sensaciones de querer hacer algo o alguna sensación como de placer artístico»En 10 años la circulación de las revistas de moda se redujo un 50%. Personalidades como Chiara Ferragni, tienen negocios multimillonarios basados en la web y las revistas deben competir con el contenido de influencers. Cualquiera puede abrir su blog y mostrar su estilo personal. Pero la industria de la moda es polifacética y resiliente, se bifurca en múltiples áreas y cumple múltiples funciones.  Así son también las personas que trabajan en ella.

Simona Martínez Rivero fue editora de moda de las revistas Elle, Harper’s Bazaar y Barzon; recorrió el mundo de semana de la moda en semana de la moda; trabajó como vestuarista en cine, teatro y publicidad; es cronista de viajes, productora de moda, desfiles y presentaciones de marcas. Tras el cierre de la redacción de Harper´s Bazaar en Argentina, Martínez Rivero debió tomar un rumbo freelance. Asegura que «en algún momento va a ser necesario volver al formato papel, expandirlo o reinventarlo».

¿Qué pasó con Harper’s Bazaar?

Echaron a seis redacciones. Los mexicanos habían decidido desligarse de la producción de contenidos nacional  y transformarse en una revista enlatada, de alcance latinoamericano. A mí me encantaba mi trabajo porque tenía que estar todo el tiempo proponiendo e inventando cosas, hubiese seguido tranquilamente.

¿Sentís que la revista impresa está perdiendo un poco de relevancia?

Hace dos meses te hubiera dicho que sí, coincidente con el cierre de las redacciones y como una cosa construida que se dice todo el tiempo. Pero después de varias reflexiones pienso que no, que al contrario la revista en algún momento va a recuperar su forma. No sé si en los formatos o con la periodicidad que se estilaba. Pero creo que en algún momento va a ser necesario volver al formato papel, expandirlo o reinventarlo. La virtualidad es súper interesante, es un lenguaje nuevo pero también está muy orientado hacia intereses externos de consumo y hay mucha sobreinformación. Prefiero leer quizás algo un poco más rico, un poco más construido y no tan inmediato.

¿Qué opinás de las bloggers y los influencers?

Los vi surgir y al principio me producían realmente mucha gracia, me sorprendía el desparpajo y la imaginación de la gente para transformarse en una figura auto-consumida. Los empecé a ver cuando viajábamos a ver desfiles internacionales, yo era editora de moda de la revista Elle y ya en las primeras filas había como una gente medio disfrazada que no se sabía bien para qué medio escribía o que quizás no tenía una formación específicamente de pluma de moda. Ahora te diría que me parece que es una necesidad del mercado.

¿Sentís que para ser alguien tenés que estar en las redes?

La verdad que no. Quizás es un aliciente que te favorece en algo un poco más pero las verdaderas negociaciones y las cosas interesantes se arreglan en otras mesas. No se arreglan ni en Instagram, ni en Facebook, ni en Twitter. Creo que pesa más el talento que los seguidores, la gente va a valorar mucho la experiencia  porque en moda se requiere un know how para trabajar. Y eso ya excede a las redes.

«La empresa textil que más factura en el mundo es Zara, que son copias instantáneas de lo que se ve en las pasarelas con pequeñas transformaciones».

¿Qué pensás de todas las denuncias en la Argentina a diseñadores que se copian entre sí?

Creo que es una modalidad establecida en el mundo de la moda. La empresa textil que más factura en el mundo es Zara que son copias instantáneas de lo que se ve en las pasarelas con pequeñas transformaciones. Es algo que le da a la gente un acceso más barato a una prenda de pasarela. En la Argentina me parece un poquito más oscuro, lo veo como si intentasen enchufarlo como si nada sucediera y eso no está bueno. Pero de todas maneras, hay diseñadores muy interesantes. Acá, los diseñadores tienen que enfrentarse a un montón de problemas económicos y de materia prima. Es un país muy inestable, pero tienen muy buen nivel de creatividad.

La gente también se copia en la calle.

Sí, me parece un plomo total, nunca lo entendí. Yo doy clases de estilo personal, y cuando empiezo la charla cuento que siempre fui completamente trasmano, me encontré hace poco con una compañera de la secundaria y me dijo: “No puede ser Simona que vos trabajes en la moda, porque eras un engendro. Todas usaban la bikini fluo y vos con el traje de baño negro ”. Entonces a mí me resulta completamente inexplicable cuando veo a todas las chicas con el jean roto y el plataformón. Pero aprendí también en un punto a no juzgar, porque cada uno hace lo que puede. Cada uno vivencia la moda como la necesita y elige lo que quiere manifestar.

«Cada uno vivencia la moda como la necesita y elige lo que quiere manifestar».

¿Por qué hoy la mujer tiene más necesidad de tener un estilo propio que de seguir las tendencias?

La moda fue aprendida un poco más como una situación de juego, de manifestación, porque justamente hay más visibilidad en las redes. Es el surgimiento de esta individualidad virtual y el avance posmoderno de «yo soy» o «yo quiero mostrar». Ahora ya se está transformando en un negocio, pero es parte del proceso. Se pueden ver fenómenos como el tema del empoderamiento de la mujer, de los cruces de género donde uno puede suscribir a no ser ni ella ni él.

¿Es importante ser original?

Sí, completamente. No conozco otra manera. También lo que pasa con la moda es que se te tuesta la cabeza de ver gente divina que no le pasa nada, y la verdad, para el trabajo está bueno trabajar con distintos cuerpos y personalidades, cosas que tengas que disimular o potenciar. Es lindo toparte con gente que a nivel profesional te va llevando hacia otro lado.

¿Destacarías algún diseñador argentino?

A mí me interesa mucho el trabajo de Juan Hernandez Daels que es un chico que se formó afuera, viajó mucho por su familia y tiene una formación súper interesante y en este momento es uno de los que más me atrapa como diseñador. También me gusta mucho una chicas que tienen una marca que se llama Bestia. Creo que esos dos.

¿Dónde estudiaste?

Mi mamá tenía una galería de arte entonces yo siempre estaba en contacto con artistas y vivía prácticamente en la trastienda entonces siempre estudié pintura a nivel particular. Después estudié escenografía con Gastón Breyer e hice cursos cortos en la escuela de escenografía del Teatro Colón. Y fotografía estudié en lugares privados, por ejemplo con Andy Goldstein. Siempre fui muy cambiante, una cosa me llevaba a la otra. Siempre me gustaba más la cuestión autodidacta que la cosa más establecida de estudio.

¿Cómo empezó tu interés por la moda?

Entre el 92/93 me conecté con un fotógrafo que me vio trabajar armando vidrieras y me dijo: “Vos te tendrías que hacer productora de moda”. Yo no sabía de qué se trataba, consumía mucha revista y fotografía de moda pero no tenía en la cabeza la figura de productora de moda. Nunca me había preguntado cómo se resolvían esas imágenes.  Y trabaje con él, y a partir de ahí me empecé a dar cuenta de que existe un formato de conceptualización de la imagen desde un punto de vista más práctico.

¿Te considerás feminista?

Sí, definitivamente. No conozco otra cosa porque fui educada así. No puedo ni siquiera cuestionármelo. Imaginate que me llamo Simona por Simone de Beauvoir, que ya viene con el paquete incluido. No había lugar para otra cosa en casa.

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